La idea es hablar de aquellas mujeres muy desinhibidas y poco pudorosas, de piel blanca y de cabellos rubios o pelirrojos que lo solían llevar anudados en trenzas, que les gustaba adornarse y cuidar su físico. Se daban gustos y placeres que las más distinguidas señoras romanas no podían, como ser el lavarse dos veces al día, usar muchos adornos, aparecer en las fiestas con delicadas capas con bordados de oro y plata. Todo esto, porque les gustaba acaparar la atención de los hombres.
Cuando querían sentirse bonitas se pintaban las uñas de las manos y los pies, daban color a sus mejillas con una hierba especial llamada ruan y oscurecían sus ojos con el jugo de las bayas. Sin embargo, toda esta dulzura y fragilidad desaparecía en el momento en que participaban en alguna guerra o veían en peligro a su familia.
Antes del matrimonio la mujer era cortejada y conquistada como un ser superior y en el ejercicio de sus privilegios podía desdeñar o mirar con enojo incluso las atenciones de reyes y príncipes, eligiendo a quien quisiera. Luego del matrimonio ella no era propiedad de su marido, eran compañeros en una aventura matrimonial. La esposa permanecía como dueña exclusiva de sus propiedades, tampoco las propiedades habidas juntamente o poseídas por ambos podían ser vendidas o cedidas por el marido. Sus derechos sobre los bienes comunes eran iguales y para disponer de ellos era necesario el voluntario consentimiento de ambos.
Las mujeres celtas eran enseñadas y conocían del manejo de las armas como cualquier hombre. Amaban a los suyos con más pasión que a su propia persona. Una mujer celta iracunda era algo que había que temer, puesto que no era raro que luchasen al lado de sus hombres, y a veces, mejor que ellos. No podemos olvidarnos de Boudicca, la Reina de los Icenios, que con su carro de ejes cortantes fue quien rompió las filas de la IX Legión Romana.
Nadie habló de los Celtas, porque no conviene decir que existió una civilización en Europa Occidental que desde antes o en los comienzos de la era cristiana, hubo un lugar y una sociedad donde la mujer no conoció de feminismo, ni machismo, ni de matriarcado o patriarcado y por supuesto, mucho menos de tener la necesidad de luchar por sus derechos o sus espacios en su comunidad.
La Regla Nº 1 de Homero Simpson dice "Finge que no existe y desaparecerá", por eso si cualquiera de nosotros se pone pacientemente a revisar con detalle las páginas de la historia de la humanidad vamos a ver que los grandes logros de las mujeres casi no existen. Las guerras, el fundar ciudades, conquistar o descubrir nuevos territorios, como así también los grandes logros técnicos y científicos, las figuras prominentes de la política o la filosofía son cosas logradas por los hombres. Cual manchas cuando ya estamos casi agotados en la búsqueda aparecen algunas reinas, tal es el caso de Semíramis, Isabel I, Victoria, Catalina de Rusia, Cristina de Suecia, o Boudicca que ya fuera nombrada en el párrafo anterior donde se la describe con mas atributos de macho, que el más pintado varón. Todas las demás, parece estar en la penumbra de la historia y sin ánimos de sacarlas a luz y a esta altura de los acontecimientos, sin registros, ni pruebas es algo casi imposible. Justamente porque el oficio ancestral del historiador fue típicamente masculino y tales señores, desde la edad en que la humanidad comenzó a escribir hasta nuestros días, no han permitido que las féminas tuvieran algo que ver con su materia, ni siquiera los recalcitrantes profesores que divulgaron sus trabajos.
Pero tal cual el título de estar entrada, voy a tratar de descubrir estas mujeres. Se dice que los celtas comenzaron a habitar en el centro y el norte de Europa 2.000 años antes de Cristo. Extendiéndose luego entre el 1.500 y el 900 a.C. por las Islas Británicas, norte de Francia, parte de Suiza y norte de Italia, llegando a España en el 800 a.C. Podría considerarse que su periodo de mayor expansión fue entre el siglo III y el I a.C. Aunque en lugares como Irlanda permaneció por varios siglos mas.
Como ya lo mencioné, los celtas vivían en un sistema de igualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres. Desde el nacimiento ambos sexos eran criados juntos, recibiendo la misma educación cultural y espiritual, compartían sus juegos, así como el aprendizaje de oficios y eran igual de responsables al momento de entrar en guerra. Entre los derechos que luego el Derecho Romano y el Cristianismo se ocuparon de prohibir y por sobre todo censurar, estaban:
- El derecho a elegir a su hombre, nadie podía imponerle un casamiento. Que las leyes celtas incluían renovación del contrato matrimonial, al año de haberse casado.
- Existía el divorcio con repartición de bienes equitativos. Manteniendo cada uno sus bienes propios y repartiendo los que hubiesen incrementado durante el matrimonio. El divorcio no era algo vergonzoso o mal visto por el resto de la sociedad, así como el concubinato.
- Ambos podían tener amantes durante el matrimonio, entre los registros del historiador Diocasius y que también lo toma Julio Cesar en sus relato sobre “La guerra de las Galias”, refiriéndose peyorativamente a la costumbre de compartir una mujer entre varios hombres. Lo documentando surge de una entrevista entre Julia Domna, esposa del emperador Severo y una mujer caledonia. La patricia habla sobre la libertad con que las mujeres de su pueblo conceden lo que los celtas llamaban “La amistad de los muslos”. A lo que la caledonia (celta) responde “Que los modos de su pueblo son superiores a los de los romanos puesto que en su pueblo todo se hacía de una manera directa y abierta. Ellas, las mujeres de su pueblo podían juntarse descaradamente con el más magnífico de los hombres mientras que las romanas, con el secreto que sus falsos valores que la respetabilidad imponía, tan sólo podían encontrar amantes entre aquellos a quienes no arredraba complacerse en alianzas furtivas, os dejáis ser seducidas en secreto por el más vil o por quien más pague por vos… ”
- La mujer administraba sus bienes, comercializaba, podía iniciar causas legales si fuese necesario.
- Tener el deber y el derecho de recibir educación, las mujeres, al igual que los hombres, llegaban a ejercer la medicina; y según su capacidad y vocación alcanzaban los rangos de druidesa, poetiza, legisladora, educadora, jefe militar, comerciante, instructora en lucha y en armas, llegando a obtener el jerarquía de “Mujer Sabia”.
- Tenían mucha dignidad, eran trabajadoras incansables, alegres de por sí, voluntariosas, porque ello formaba parte de su tradición, al igual que el ser una bravía para enfrentar tanto la dureza del trabajo del campo, cuidado del ganado, sembrado o el rigor de la lucha.
- Poseían la virtud de actuar como fieras ante la adversidad o las obligaciones y luego convertirse en seductoras “sirenas encantadoras” a la hora del amor. Del descanso o de las fiestas.
- Coquetas por excelencia, obsesivas por su limpieza personal (convengamos que se le atribuye a los celtas el invento del jabón) y estética personal. Expertas en la generación de diferentes cosméticos para dar color a sus pálidos rostros. Tenían especial cuidado en la elección y diseño de sus prendas, que ellas mismas confeccionaban y adornaban, en forma recargada, con los más diversos objetos en piedras, oro o bronce. Excesivas al igual que los hombres en el uso de elementos de joyería, como collares, pulseras, anillos, adornos para el cabello.
Quizás los artistas rompieron esa costumbre machista y fueron quienes se sintieron con más libertad para expresar lo que sentían por la mujer en sus esculturas, pinturas, canciones o poesías. Parece ser que las artes son inspiradas en las pasiones y tienen que ver con un el mundo de los sentimientos. Por ello quiero citar textualmente al respecto a Susana Dillon "Los artistas descubrieron a la mujer desde un ángulo mucho más seductor que el inventado por los recalcitrantes misóginos que redactaron los libros sagrados: La Biblia, el Talmud, la Tora, el Manu, donde todos nos cargaron con las lacras de la humanidad, para crearnos complejos de culpa y así castigarnos antes de que empezáramos a actuar".
Volviendo al pueblo celta y sus primeros registros, nos encontramos que Julio Cesar se vió captado por ellos y así lo dejó escrito en su obra "Guerras de las Galias". Como excelente militar, hizo un diagnóstico de aquel pueblo. Además era hombre de investigar dónde se metía, y no se le escapó lo que le relataban sus espías de la picante conducta de las mujeres celtas, ya que de acuerdo a lo experimentado en vivo y en directo, las bellas rubias y transgresoras muchachas tañedoras de liras bajo los bosques no eran fáciles de arrear. A César le llegaron las noticias, cuando hizo su campaña en Britania, que en la isla vecina las mujeres pasaban de la discusión a la violencia física en un periquete, sin dar tiempo ni a decir amén. Dice el cronista: "El cuello hinchado, los dientes rechinando y blandiendo los brazos cetrinos, daba puñetazos a la par de patadas como si fueran los proyectiles de una catapulta". Testigos del mismo tiempo trajeron otra narración no menos elocuente: "Una patrulla de extranjeros no podía resistir el ataque de un sólo celta, si éste se hiciera acompañar o ayudar por su esposa. Estas mujeres son generalmente fortísimas, tienen los ojos azules y cuando se encolerizan hacen rechinar los dientes y moviendo los fuertes y blancos brazos comienzan a propinar formidables puñetazos acompañados de terribles patadas". El conquistador, ante semejantes noticias, dejó escrito en sus partes de guerra: "Una hembra celta es una fuerza peligrosa a la que hay que temer, ya que no es raro que luchen a la par de sus hombres y a veces mejor que ellos". El siguiente comentario nos lo hace Amiano Marcelino: "Un ejército entero de extranjeros sería incapaz de detener a un puñado celta si éstos pidiesen ayuda a sus mujeres. Las he visto surgir de sus cabañas convertidas en unas furias: hinchado el blanco cuello, rechinando los dientes y esgrimiendo una estaca sobre sus cabezas, prontas a golpear salvajemente, sin olvidarse de las patadas y mordiscos, en unas acciones tan fulminantes que se diría que todo en ellas se ha convertido en una espécie de catapulta. Unas lobas en celo no lucharían tan rabiosamente para proteger a su camada como ellas". Tácito también menciona a las mujeres celtas durante la toma de la isla de Mona en Albión. Al describir a los defensores de Mona nos ofrece este comentario "...Por medio corrían mujeres que, con vestido de duelo, a la manera de las Furias y con los cabellos sueltos blandían antorchas... Estas mujeres son, generalmente, fortísimas, tienen los ojos azules, y cuando se encolerizan hacen rechinar los dientes, y moviendo los fuertes y níveos brazos comienzan a propinar formidables puñetazos, acompañados de terribles patadas". Plutarco, en su tratado de virtudes femeninas, cuenta varias anécdotas sobre mujeres celtas: "Una mujer celta de nombre Kinimara al informarle a su marido que había sido atropellada y violada por un extraño, le presentó al mismo tiempo la cabeza del ofensor".
Fue así que en Roma, la capital del Imperio, donde las mujeres siendo sumisas a las leyes y a los patriarcas, al ver y sentir los comentarios que las celtas tenían una visible libertad sexual. Donde una mujer podía tener varios hombres sin que nadie se rasgara las vestiduras ni se mesara los cabellos por tal nimiedad. Concesión que los romanos dieron en llamar "La amistad de los muslos". Si bien esto se trataba de mantener en secreto y se evitaba su divulgación por Roma, los soldados a medida que iban volviendo de sus campañas por Britania fueron contando lo que sabían y las romanas poco a poco fueron rompiendo con sus falsos tabúes, su respetabilidad hipócrita. Entonces revolearon sus pelos y sus mantos diciéndose unas a otras: "¿Qué tienen las celtas que no tengamos nosotras?" y empezaron a dar guerra al imperio de los ilustres guerreros, a su manera.
Julio César se guardó muy bien de mostrar lo que tenía escrito en sus pergaminos, que pasaron por centurias al archivo, donde estuvieron hasta que la posteridad los encontró. Fue una sabia medida, porque si caía en poder del noticioso oficial y de ese modo se agravara la plaga que estaba teniendo efecto entre las mujeres.
Pero la mujer de la vieja Irlanda siguió por siglos con su independencia en mantener "La amistad de los muslos" con quien se le ocurriera. Las antiguas leyendas hablan de mujeres sabias, médicas, legisladoras, poetisas, druídesas o sacerdotisas. Si bien el hombre, dentro del matrimonio, ejercía la jefatura, la mujer debía ser consultada por cada asunto importante, ya fuese familiar, social o económico. Ahora, si la mujer aportaba al matrimonio mayor riqueza que el marido eso le daba poder sobre el varón que debía soportar y aguantarse cualquier andanada. Hubo mujeres qué inventaron armas de guerra tal como los ejes cortantes de los carros de las cuadrigas y también las hubo instructores de armas, sobre todo en las escuelas para jóvenes. Los hijos de príncipes aprendían de ellas y se tienen noticias que allí también imperaba la costumbre de "La amistad de los muslos" con tanto chico de alcurnia les gustara.
Tales usos y modos de vida quedaron registradas en las "Leyes de Brehon" así llamadas por tomar el nombre de juristas errantes de Irlanda que tuvieron vigencia hasta el año 697 en que fueron prohibidas por considerarlas salvajes. La llegada del cristianismo cambió leyes y costumbres pero quedó abonada la tradición y el folklore que sigue rememorando viejas y nostálgicas épocas.
Las tumbas encontradas de aquellas precursoras de las libertades femeninas son un documento idóneo para volver a armar sus vidas. Se han encontrado armaduras, armas, monturas y de más pertrechos que acreditan sus actividades en el remoto pasado. Cuando hace 800 años los ingleses invadieron la isla, sometiendo a la población a una despiadada política de aniquilación y no teniendo a mano una explicación lógica del aguante de este pueblo, debemos pensar que se han encontrado con descendientes de aquellas mujeres que nunca claudicaron. La raíz de la bravura y la agresividad contra el invasor hay que buscarla en lo más profundo de la historia que se quiso borrar: el personaje femenino.
Como cierre utilizaré las palabras de Susana Shanahan
"Lamentarse por lo que pudo ser y no fue, de poco sirve. Pero no puedo dejar de cuestionarme sobre ¿Cómo hubiese sido la historia de la humanidad si el tipo de sociedad céltica hubiese predominado?
Al menos queda el consuelo que hasta más allá del siglo XV, en Irlanda, la mujer logro custodiar su independencia e igualdad con el hombre, manteniéndose emancipada y valorada por sus cualidades. Situación que en gran parte perdura.
Por último, un dato más, la rebelión de mujeres en la fábrica textil Cotton de New York, donde fallecieron calcinadas 146 mujeres, estuvo encabezada por mujeres inmigrantes irlandesas es decir celtas. Por ello creo que las Mujeres Celtas merecen un espacio especial en las próximas celebraciones del Día Internacional de la Mujer, puesto que es una ocasión para reflexionar sobre los avances conseguidos, exigir cambios y celebrar los actos de valor y decisión de mujeres comunes que han desempeñado una función extraordinaria en la historia. Se merece ser conocida la historia de quienes fueron libres por siglos".
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