martes, 10 de enero de 2017

Amar demasiado nos destruye



   Del muy sitio de psicología La mente es maravillosa voy a compartir su última publicación: 
 Amar demasiado nos destruye
  Cuando hablamos de amar parece que “más” siempre es sinónimo de “mejor”, y creerse esta mentira es tomarse una píldora venenosa disfrazada de caramelo. Si analizamos los momentos vividos al lado de la persona que queremos y el sufrimiento gana por goleada es que algo no va bien, nos hemos convertido en víctimas de eso que llaman “amor”.
  Amar no es sufrir, no es sacrificar constantemente y apostar siempre al negro. Amar no es estar ciego, no es justificar hasta lo innombrable, ni perdonar por misericordia cualquier hecho. Amar no es depender, no es desarrollar un cordón umbilical que te encadene a tu pareja.
  Amar no es solo cuestión de cantidad, sino de calidad. Amar no es sobreproteger, no es ir detrás resolviendo todos los problemas que siembra el otro, ni proteger entre algodones a un niño atrapado en un cuerpo de adulto. Y, por supuesto, amar no es terminar desgarrados física ni mentalmente, si nuestra relación perjudica nuestro equilibrio emocional e incluso, quizá, nuestra salud e integridad física, sin duda estamos amando en exceso.

Las máscaras en la pareja
  Parece que un gran abismo entre hombres y mujeres separa la forma de entender y enfrentar las relaciones. En ello están fuertemente implicados los ideales culturales, la educación recibida, el ambiente familiar en el que te has criado, e incluso la propia biología.
  Las experiencias infantiles con nuestras figuras de referencia y en especial con nuestros padres, juegan un papel fundamental en cómo nos relacionamos con los demás a lo largo de nuestra vida. Situaciones dolorosas y difíciles, carencias afectivas, ausencia de figuras importantes o falta de límites son solo algunos de los factores que marcan nuestra forma de buscar y dar cariño.
  Por un lado, algunas mujeres tienden a manejar el amor desarrollando una fuerte dependencia u obsesión por la otra persona. El torrente de emociones se vive de manera muy intensa, se expresa a través de la necesidad de cuidado y comprensión hacia el otro, adoptando el papel de “salvadoras” en muchas ocasiones. Así, es bastante irónico el hecho de que las mujeres puedan responder con tanta compasión ante otros y permanecer con una venda en los ojos frente al dolor de su propia vida.
  Por otra parte, muchos hombres escapan de sus emociones mediante formas externalizantes, es decir, obsesionándose con su trabajo, consumiendo drogas o volcando su tiempo libre en hobbies que dejen poco tiempo para pensar. Suelen ser estrategias de bloqueo emocional debido a la incapacidad de gestión y compresión de las mismas. No hacer frente al malestar o a los problemas porque suponen una carga inmanejable, abrumadora, vergonzosa o culpabilizadora, la cual es mejor evitar.
  Este tipo de conductas puede darse tanto en hombres como en mujeres, pero generalmente son ellas las que desarrollan patrones de cuidado y sacrificio como forma de buscar y ofrecer cariño, mientras que los hombres tratan de protegerse y evitar el dolor mediante objetivos más externos que internos, más impersonales que personales.

¿Cuándo es demasiado?
  Muchas veces no estamos satisfechos con una pareja, pero nos negamos la realidad diciendo que solo será una mala época. Justificamos la experiencia pensando que es así como son las relaciones, pasionales al inicio y tortuosas hasta el fin.
  Perdonamos las acciones del otro convenciéndonos a nosotros mismos de que cambiará. O tal vez no tenemos el valor suficiente de romper la relación “por miedo a hacer daño”. En realidad, detrás de todo ello está nuestro propio miedo a sufrir, tenemos miedo de estar solos o de no encontrar otra persona que pueda soportarnos.
  ¿Quién no se ha enamorado alguna vez y el sentimiento no ha sido recíproco? O tal vez teníais un sexo excelente, embriagador y que dejaba sin sentido, pero el resto de la relación era un calvario. Quizás te has descubierto a ti misma actuando como una madre con tu pareja o crees que sin una persona a tu lado nada tiene sentido.
  Son muy diversas las situaciones que hemos podido vivir cuando nos relacionamos con otras personas, y por ello también son muchos los errores que cometemos y las formas de autoengaño que nos inventamos para suavizar el dolor.
  Tal vez si nos paramos a analizar cómo actuamos estando con alguien y cómo suelen actuar nuestras parejas con nosotros podamos encontrar piezas que se asemejan, capítulos que se repiten una y otra vez, aunque la persona sea otra. Entran y salen parejas en nuestras vidas, pero tropezamos con las mismas piedras.
  Llega un punto en el que estamos sumergidos en un círculo vicioso, que no hace más que repetirse. Nos vemos incapaces de salir y ni siquiera sabemos cómo hemos llegado hasta ahí. Otra vez la misma melodía dramática, los mismos acordes amargos y es que, aunque la orquesta sea diferente, el director sigues siendo tú. Aunque la persona sea otra, aunque el momento vital en el que estás es diferente, aunque te prometiste no volver a pasar por lo mismo, ahí estás otra vez amando demasiado, y demasiado mal.

Las huellas del pasado
  ¿Por qué nos ocurre esto? Los patrones que aprendemos a temprana edad para relacionarnos con los demás quedan muy fijados, los llevamos practicando toda una vida y el hecho de abandonarlos o cambiarlos resulta amenazador y un terrible desafío. Pero más difícil resulta darnos cuenta y tener conciencia de la realidad de la situación, ser capaz de ver desde dentro todo lo que está ocurriendo.
  La clave es empezar a entendernos, preguntarnos por qué buscamos incesantemente a alguien a quien cuidar o proteger, por qué se nos corta la voz cuando intentamos explicar qué sentimos y terminamos por abandonar la tarea. Por qué necesito irrefrenablemente saber qué está haciendo la otra persona y controlarla cuando no está junto a mí, o por qué a pesar de sufrir seguimos manteniendo una relación que está muerta en vida.
  Si nuestra forma de relacionarnos nos hace daño a nosotros y hace daño a la persona que tenemos al lado, pero no hacemos nada por entenderlo y cambiarlo la vida no será un camino para crecer sino una lucha por sobrevivir. Si amar resulta doloroso es momento de amarse a uno mismo para detener el dolor. Ya lo dice Oscar Wild “Amarse a uno mismo es el principio de una historia de amor eterna”.

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