jueves, 11 de febrero de 2016

Mi viaje a Irlanda - Parte IV

  Tal como me lo había pedido Julieta traté de crear en la habitación del hotel el ambiente que deseaba para nuestro reencuentro. Esta vez sería mucho más íntimo y sin lugar a dudas ambos estábamos muy deseosos para que eso suceda. Varios meses habían pasado desde la última vez.
  Lo primero fue tratar de oscurecer la habitación lo más posible. El doble juego de cortinas ayudó bastante, pero al acostumbrarse la vista a la oscuridad se podía percibir que algo de luz se traslucia, lo suficiente como para identificar la ubicación de los muebles. Más no se podía hacer en ese sentido. Lo segundo fue ordenar las pocas cosas sueltas que estaban por ahí, para que la habitación no pierda su buen gusto.
  Sin más que hacer en cuanto a la ambientación, procedí a bañarme y afeitarme prolijamente, me perfumé un poco y desnudo me puse a pensar en el mejor lugar para esperarla. Debería ser un lugar en el que cuando Julieta abra la puerta de la habitación la luz exterior no me delatara. Por cierto, la puerta debería quedar sin cerrojo, para que ella pudiera entrar en cualquier momento, sin yo poder anticiparme. La habitación tampoco era tan grande y no me ofrecía muchas alternativas. El placard sería obvio, abajo de la cama imposible, porque era un sommier. Opté como mejor alternativa esconderme detrás de la puerta del baño, pero en qué momento esconderme si yo no tenía precisión de la hora en que Julieta llegaría.
  Especulé con que fuera alrededor de las 20:00 y a esa hora iría para el baño a esconderme. Así lo hice, pero al cabo de unos minutos, mis pies se comenzaron a enfriar por el piso mosaico, salí presuroso a calzarme unas pantuflas y volver al supuesto escondite. Varios minutos más pasaron, mis oidos estaban agudizados al máximo para tratar percibir cualquier ruido exterior, pero había muy poco movimiento. Todo mi cuerpo a cada minuto que pasaba se volvía más tembloroso, supongo que por la ansiedad y los nervios.
  Preguntas y posibilidades iban y venian de un lado a otro dentro de mi cabeza. Pensé varias veces en llamarla, pero el celular lo había dejando cargando la batería sobre la mesa de luz. Como si me fuera la vida en ello, evaluaba los riesgos y las posibilidades de que Julieta llegara y arruinarle sus planes. Por muy tonto que parezca, la situación se me estaba tornando desesperante. Si tan siquiera pudiera saber la hora en la que estaba viviendo, porque había perdido completa noción del tiempo, lo que para mí parecían horas, quizás solo hayan sido un par de minutos.
  En un estado ya incontrolable opté por salir nuevamente de mi posición, solo para ver el radio-reloj y lograr conformarme con una respuesta aunque sea; saber la hora. En ese preciso instante me pareció oir algo de actividad en el pasillo. Como dije antes, mis oidos estaban agudizados al máximo. Me quedo quieto, trato de recuperar el autocontrol y la calma. No me equivoqué, porque fue Julieta quien estaba entrando en la habitación.
  Silencio, tanto silencio que creía escuchar los latidos de mi corazón. El momento había llegado y si bien todo es un juego, cualquier jugador o deportista sabe perfectamente la adrenalina que se siente luego de la señal que da comienzo a la partida. Para nosotros esa señal fue el abrir la puerta.
  Sin verla pude darme cuenta que caminó hacia la ventana, sus pasos se alejaban de mi ubicación. Algo depositó en el piso, probablemente sus bolsos. Entreabre un poco la cortina, lo suficiente para que un filo muy delgado de luz entre en la habitación, justo por detrás de uno de los dos sofás individuales. Seguía el silencio por parte de ella y yo sin poder verla.
  Julieta comenzó a desnudarse por completo y se sentó en ese sofá que estaba delicadamente iluminado desde el exterior y rompió el silencio para hablar con un tono de voz y de una manera muy, muy sensual: "Mío, yo sé que estás por ahí, yo sé que me tenés miedo, yo sé que sabés que estoy muy hambrienta y pensarás que tengo planes terribles para vos. Desde que nos despedimos tengo la fantasía de la Leona y el venadito.Te diría que mis uñas y dientes están bien preparados para eso. Pero la Leona también quiere jugar un poco con el Bambi, quiere ser amistosa con vos y te propone una tregua, podés salir de tu escondite y venir a mí. Eso si, lo tenés que hacer gateando. Si no venis vos a mí, voy a tener que ir yo a buscarte y ahí voy a dejar de ser amistosa. Vos elegís."
  Nuevamente me siento desconcertado. Entre todas las cosas que pude haberme imaginado que podrían pasar, esta no se me pasó por la cabeza. Obvio que de quedarme escondido probablemente se sucederían algunos de los acontecimientos para los que ya estaba más o menos preparado mentalmente, pero la propuesta pacifíca suponía algo mucho más suave. Por otra parte era lógico después de tanto tiempo de no vernos.
  "¿Y qué vas a hacer? ¿Vas a salir o debo ir a buscarte?" Preguntó como si mi tiempo para responder ya se hubiera agotado. Gateando me fui hasta su ubicación. El contraluz no me dejaba verle el rostro. "Veni, acercate más", dijo ella en tono amistoso y golpeando con la palma de la mano uno de los lados del sofá. Así lo hice, se inclinó hacia mí y me dió un beso largo y profundo, yo a cuatro patas y ella desde la altura y la comodidad del sofá.
  "Hace mucho tiempo que no me sentía con tanta autoridad y control. Hasta el momento, solo con vos pude lograrlo realmente y ahora el destino por alguna razón nos volvió a encontrar acá en Irlanda. Un lugar muy especial para mí y con vos a mi lado y a mi merced seguramente se puede convertir en algo mucho más placentero todavía. Aunque quizás para vos no", dijo Julieta con un tono de voz suave. A lo que respondí "Haré todo lo que pueda" y ella remató "Ya sé que así lo harás".
  Con sus dos manos llevó mi cabeza a sus pechos, como ordenando que se los besara y les dedicara atencion, no pasó mucho tiempo que me despegó de ellos, me dió otro beso y sin soltarme en ningún momento me bajó a su vientre. Luego de un tiempo sometido a esa posición, reconozco que se me hacía difícil respirar, pero por sus contorciones parecía ser que lo estaba disfutando y que yo lo estaba haciendo bien. Sus manos sueltan mi cabeza, inclina su cuerpo hacia adelante y siento sus uñas clavadas en mi espalda, suviendo y seguramente marcando surcos.
  Entonces ella se pone de pie, gira y con las manos se apoya en el respaldar al mismo tiempo que pone un pie sobre el sofá. Queda claro que está ofreciéndome su cola para ser bien atendida. Ella con una mano comienza a masajear su clítoris en diferentes sentidos y con diferentes ritmos.
  Pasado un tiempo, me lleva a la cama, poniéndome boca arriba, inmediatamente se sienta de frente sobre mi cara, siento su delicioso sabor, tan perdido estoy, que me olvido de respirar. Pero ella está atenta a todo y se despega un poco, acaricia mis orejas, espera que me recupere y ataca de nuevo. Esta vez tapándome la nariz con una mano, he inmovilizando mi cabeza con la otra. Esa rutina la repitió varias veces, hasta que se apiadó de mí.
  Fue así que deslizó su cuerpo hasta mi entrepierna, la cercanía de su sexo al mío fortaleció mi erección, pero no podía penetrarla, porque mi pene estaba por delante de su pelvis. Su boca buscó la mía, parece que ella también quería probar sus sabores y luego me susurró "Lo estás haciendo bastante bien ¿Querés parar? Mirá que se viene lo mejor". No sé porqué nuevamente me quedé en silencio. Pero ella se enderezó y con una de sus manos llevó mi pene contra su clítoris y jugueteó con ambos, mientras parecía esperar mi respuesta.
  Así fue que dije "Hacé conmigo lo que quieras". A lo que ella respondió "No vuelvas a decir eso, porque te puede ir muy mal y yo te dije que esta noche la Leona quiere jugar un rato con vos y nada más. Voy a hacer de cuenta que no escuché nada y que simplemente tu respuesta fue un si".
  Terminó de decir esas palabras y se introdujo mi pene en su humeda y cálida vagina. Apoyó sus manos sobre mi pecho y desde ahí realizó movimientos suaves ascendentes y descendentes como así también circulares. No puedo precisar lo que pasó, pero fue como si ella fuera entrando en trance. Sus ojos se cerraron y se mantuvo en esa práctica por más de 20 minutos, sin alterar casi en absoluto el patrón de sus movimientos y al ritmo de sus gemidos sus uñas se clavaban en mi pecho ¿Cómo una mujer podría transmitir tanto placer?
  Mi desconcentración hizo que mi erección se debilitara y como consecuencia ella tuviera que detenerse y cambiar de planes. La culpa me inundaba, pero ella lo disimuló muy bien y no me pasó factura por eso. Sino que por el contrario puso más atención en mí. Se deslizó más hacia mis pies y sus manos junto a su boca hicieron magia. Le llevó un poco de tiempo, pero lo lograron. Fue así que giró para que dibujáramos un 69. Mi eyaculación no se hizo esperar cuando sus manos apuraron el ritmo, ella acabó algunos segundos después pero hasta ese momento sus manos nunca se detuvieron, ordeñando hasta la última gota.
  Sus manos se convirtieron entonces en espátulas que desparramaron todos mis fluidos sobre mi pecho, para que luego limpiara uno a uno sus dedos a medida que los iba metiendo en mi boca con total parsimonia.
  "Viste que cumplí con mi palabra y solamente jugué con vos un ratito" me dijo como dándome a entender que el juego había terminado. Se levantó de la cama y me preguntó "¿Estás en condiciones de acompañarme a la ducha?", mientras tendía una de sus manos hacia mí. Yo me tomé de ella y con mis piernas temblorosas la seguí.
  Cuando abrió la ducha, sentí la necesidad de abrazarla fuerte por detrás, como si quisiera fundirla en mi pecho y así lo hice, entonces ella reclinó su cabeza hacia atrás y con sus brazos envolvió los míos. Nos quedamos un buen rato así, hasta que ella me ofreció el jabón y en lo personal creo que ese fue el momento en el que la fantasía terminó.
  Luego de secarla con todo cuidado, nos recostamos en la cama y nos pusimos a planificar el mejor recorrido para el próximo día. Ella tenía armado un programa algo diferente al mío para cada día y solo sería cosa de encuadrar todo apropiadamente y optar por las mejores alternativas.
  Antes de dormirnos, ambos habíamos recuperado algo de fuerzas y nuevamente nos entregamos al hermoso arte de hacer el amor.

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