jueves, 6 de agosto de 2015

Encontrarte y finalmente poder descubrirte - Parte 1

  Trataré de cumplir con el desafío de una buena amiga del Blog.
  Resulta ser que ella a cuenta gota y muy cada tanto me va contando sus secretos y fantasías. Me dijo que la mayoría de ellas surgieron después de leer 50 Sombras, por lo que tiene alguna idea del BDSM. Muchos de la comunidad tenemos una opinión más que formada sobre el libro de la señora Erika Mitchell, más conocida por el seudónimo de E. L. James, pero no es intensión hablar del libro en esta historia. Aun así, imaginen que esto es lo único que conoce del tema, más algunos escritos que le pasé y logicamente todo el contenido de este Blog.
  En base a eso, veré de crear una historia imaginaria de una mujer cualquiera en su situación. Si hay similitudes con la realidad, será pura coincidencia, porque para el texto en cuestión ella me dio muy, pero muy pocas ideas, solo fueron algunas palabras y unos cuantos stickers .
  Esta es la Primera Parte y espero que sea del agrado de todos.

Encontrarte y finalmente poder descubrirte - Parte 1
  Somos muchos los que ya pasamos la barrera de los cuarenta y es un momento de la vida en que las aguas se van calmando, las revoluciones interiores y los deseos de cambio son menos frecuentes. Simplemente se buscan hacer pequeños ajustes de rumbo y nos vamos conformando con satisfacer pequeñas necesidades que puedan ir surgiendo, darnos algunos gustos o ir materializando alguno de esos sueños que siempre nos acompañaron a lo largo de la vida.
  Julieta claramente se ajusta a ese cuadro, una chica común de pueblo, que desde muy joven y por los valores europeos con los que fue educada supo de la responsabilidad, el trabajo y el orden. Ante la ausencia de un padre, ella, su madre y su hermana se vieron en la necesidad de valerse por ellas mismas. Pero eso nunca fue una carga para ella, porque desde mi adolescencia la recuerdo siempre alegre y sonriente. Del grupo de amigos, ella era la única que tenía un hermoso scooter rojo. Por aquellos años era un gusto que no todos podían darse, pero ella nunca perdió su humildad y su sencillez, era una más del grupo y siempre aportó solidaridad y buena onda.
  Desde aquellos años ella ya era una mujer digna de toda mi admiración; era económicamente independiente, emprendedora, alegre y por demás bonita ¿Yo que posibilidades podía tener al lado de una mujer con esas características? Mi padrastro siempre supo que me gustaba y más de una vez me dio coraje y ánimo para que por lo menos ella supiera lo que yo sentía. De proponer cualquier relación, más allá de la amistad que teníamos, estaba convencido que el “NO” estaba asegurado. Lo que también estaba asegurado, era la tranquilidad de haberlo intentado y eso era lo que mi padrastro buscaba. Por más que lo medité por aquellos días, fui un cobarde, de verdad no me animé y preferí quedar siempre como buenos amigos. Otra circunstancia que pasó en el mientras tanto, fue cambiarnos de barrio con mi familia y por ello se perdió el contacto con todos esos amigos de la cuadra, incluso hasta cambié de colegio secundario, pero en una pequeña ciudad, cada tanto es común cruzarse con todos.
  En esos años efervescentes de la adolescencia, no los pasé solo tampoco. Hubieron otras mujeres y con cada una de ellas tuve la oportunidad de compartir cosas lindas, algunas de ellas muy inocentes y otras un poco más intensas. Será que desde siempre tuve un respeto y una valorización por las mujeres, diferente a la de mis amigos o conocidos (1).
  Dada esta pequeña introducción, diré que la vida nos pone en circunstancias curiosas, no sólo a mi, sino a cualquiera de nosotros. Todo el tiempo estamos recibiendo susurros desde nuestro interior y señales desde el exterior, pero por estar ciegos y aturdidos cumpliendo con nuestras obligaciones, siguiendo nuestra rutina diaria o atendiendo a los problemas que necesitan de nuestra atención para ser resueltos, hacen que nos sea muy difícil encontrar un tiempo para meditar, o vernos frente a un espejo y tratar de bucear en nuestro interior o simplemente hacer una pausa y contemplar todo lo que pasa a nuestro alrededor y las cosas maravillosas que por ahí nos estamos perdiendo de disfrutar.
  Aun así pienso que la vida en esta oportunidad a Julieta algo le gritó, porque fue ella quien me reconoció y pronunció mi nombre cuando nos cruzamos por Avenida Corrientes. Yo estaba revisando unos libros y ella no tenía el celular en la mano. Quizás por eso se dio el milagro del encuentro. Vino hacia mí y me abrazó con fuerza. Que inmensa sorpresa, necesitaba que alguien me pellizque para saber que no era un sueño lo que estaba viviendo. Julieta aquella mujer imposible, vino a mi para abrazarme, que locura. Su fragancia me cautivó y con solo volver a contemplar su belleza quedé hipnotizado.
  Como pude traté de volver a la realidad y la invité a tomar algo. Para mi suerte ella había terminado sus trámites y tenía el resto de la tarde libre, por lo accedió. Al poner sus cosas a un lado de la mesa, seguramente sin querer dejó ver la portada del libro 50 Sombras de Grey. No daba a crédito a todo lo que estaba pasando, un día cualquiera, en un momento cualquiera, en un lugar cualquiera aparece porque si esa mujer sentada en tu mesa, tomando un café preguntándote sobre tú vida. No tiene alianza, pero sí tiene la típica cadenita dorada con un nene y dos nenas colgando de ella.
  Comienza un ida y vuelta de preguntas y respuestas. A ambos nos es casi imposible, comprimir lo que nos pasó en 25 años, en una tarde de café. Por lo que acordamos limitar la conversación a nuestro presente, donde ella y yo estamos en relaciones estables, ella ahora de novia y yo casado, pero sin hijos propios. Profundizando la conversación, ella me reconoce que como mujer no logró encontrar ese verdadero hombre que la haga sentir importante, que la libere de las ataduras de lo correcto o lo socialmente impuesto, para que pueda volar con su imaginación tan lejos como pueda.
  En el tono de su voz y en su sinceridad, puedo notar una desesperación por vivir. Trabajar duro durante toda su vida, ser mamá y sacar adelante sus hijos sola, había producido un desgaste en ella muy importante. Sin duda seguía siendo la mima leona de aquellos años a finales de los ochenta, pero afectivamente se la nota muy vulnerable.
  Esa situación me llena la cabeza de preguntas y poco a poco mí corazón le va dictando a mí cabeza algunas respuestas. Pero me sigo sintiendo en esa inferioridad de condiciones de siempre. La sigo viendo como una mujer inalcanzable para mi ¿Qué hacer, qué decir? En ese silencio que se produce, ella toma mi mano y me pide la otra, entrecruzamos los dedos y entonces ella quiere saber más de mi.
  En esas condiciones me siento como un prisionero expuesto a un polígrafo, no hay manera de defenderme. En dos maniobras destruyó cualquier posible defensa que pudiera montar. Sin duda son otros tiempos, las mujeres cambiaron y si quieren llamar la atención y conquistar, ahora son quirúrgicas, porque sin desgastarse en lo absoluto logran llegar al objetivo.
   A todo esto; ella en ningún momento oculto el libro de 50 Sombras, lo que me dio el coraje para contarle sobre mi pasado FemDom, las cosas que había aprendido y vivido junto a “Mi Reina” y que esa relación lamentablemente se había terminado, pero que había reiniciado mi vida al lado de otra mujer.
  Sus ojos se agrandaron y tomaron un brillo especial, “De acá no te vas sin contarme todo”, me advirtió. Ordenamos otro café y apuntó todos los cañones a mis momentos en el FemDom. Me reconoció que nunca pensó conocer en persona a un sumiso y quería detalles de cómo se dio entre nosotros esa fantasía y juego de rol. Como pude le conté algunas cosas, lejos de asustarse, quería saber más y más.
  En un momento de la conversación se produjo un silencio. Sentí como ella trataba de visualizar mis palabras en su mente. Inmediatamente me sentí muy avergonzado y bajé la mirada. Si antes nunca había tenido el valor de proponerle una relación, ahora directamente me había inmolado.
  El silencio siguió, no puedo precisar el tiempo, pero cada segundo parecía una eternidad. Oportunamente el mozo pasó cerca de nuestra mesa y fue el salvavidas para salir de esa situación. Le pedí la cuenta y ella volvió a la tierra. “Ya es muy tarde ¿no?” me dijo. Afuera ya estaba oscureciendo y habíamos estado hablando por casi cinco horas.
  Salimos de la confitería y la acompañé hasta el garaje donde había dejado su vehículo estacionado. Aboné su ticket y la seguí hasta el auto; entonces caballerosamente abrí su puerta. En todo el recorrido la charla fue de cosas generales, trabajo, elecciones, etc. Pero ella volvió a marcar su impronta y su interés antes de despedirse; me llamó por mi nombre y me dijo: “¿Sabés qué? Lo tengo que vivir y vos me vas a ayudar en todo para que lo haga realidad. No quiero complicar tu vida en lo absoluto, como tampoco quiero que vos compliques la mía.” Me advirtió. “Arreglá y pedí los permisos que necesites, pero nos tenemos que volver a juntar. Yo por mi parte haré lo propio.” Sentenció, como si fuera muy fácil.
  Recién en ese momento me dio su teléfono y su casilla de correo, me pidió que le envié por mail, todo tipo de material que la ilustre, incluso videos. En base a esa información, ella planearía su fantasía y yo debía ayudarla a hacerla realidad. Finalmente nos despedimos, me abrazo con el mismo calor y afecto que en el reencuentro, pero esta vez, me dio un beso muy cerca de la boca y se subió al auto. Sin bajar la ventanilla arrancó el coche y se fue saludando con la mano a través del cristal.
  Que tarde inolvidable, al llegar a casa, comenté que me había reencontrado con una amiga de la infancia y que tomamos algo juntos, logicamente una situación semejante lo ameritaba. Respetando la privacidad de Julieta, del resto no conté nada. Pero esa misma noche cumplí con su tarea encomendada y mandé por correo algunos sitios y material en PDF que tenía a la mano.
  Educadamente a los pocos minutos, ella dio un simple acuse de recibo: “Gracias por todo. Fue muy lindo encontrarnos nuevamente, prometo leer todo y me vuelvo a comunicar con vos para que volvamos a vernos o bien te escribo para que me ayudes a evacuar alguna consulta. Besos.” Eso fue hace diez días y desde entonces no sé más de ella. Pero si quiero dar pruebas de ser un buen sumiso, sé que debo esperar pacientemente su respuesta y controlar mis deseos de volver a verla o tan siquiera saber más de ella. Igualmente estoy seguro que muy pronto tendré noticias nuevamente. Si pasaron más de 25 años sin conocer el paradero Julieta, no debería costarme nada esperar un par de semanas.

(1) Eso no cambió y este Blog puede ser prueba de ello.

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