sábado, 15 de agosto de 2015

Encontrarte y finalmente poder descubrirte - Parte 4

  Pasaron más de dos semanas sin saber nada de Julieta. Lo que por otra parte no fue tan malo, porque sirvió para calmar un poco las aguas en casa y no tener que dar explicaciones de nada.
  Dar explicaciones y dialogar no es lo que me moleste, tampoco explicar como puedo sentirme en un determinado momento, sino por el contrario. A veces es muy necesario clarificar todas las dudas. Pero en ciertos temas en particular, los celos y los miedos hacen que todas las explicacione terminen siendo mal interpretadas, sacadas de contexto y a la larga terminan haciendo un daño que para nada es el fin deseado. 
  En mi caso y en algunos casos si creo estar preparado para la respuesta, prefiero callar y no preguntar. De es forma también le puedo dar un margen a la otra parte para que busque el mejor momento y consiga tener buenos argumentos para explicarse.
  Arranco mi tercer lunes desde aquel lejano viernes en el Hotel La Perla. Terminando mi día laboral y manejando con rumbo a casa, recibo un mensaje de texto. Es Julieta quien me escribe: “Estoy yendo para mí oficina. Avísame si vas a poder estar allá tipo 5:00 PM, así te paso la dirección. Necesitaría hablar con vos”.
  El celular se convierte en una bomba de tiempo ¿Qué hago, voy o no voy? Cinco de la tarde ya es hora pico para ir a cualquier lado. Detengo el auto y trato de hacer una evaluación de la situación. Pero como me pasa siempre cuando caigo enamorado, termino cayendo ante las tentaciones de la carne y los sentimientos del corazón. Por lo que respondo aceptando la invitación. 
  Recibo su respuesta con la dirección, tendría que manejar hasta Ramos Mejía que no me queda para nada cómodo, pero me aclara que no será mucho tiempo, por lo que decidido, allá voy, después de textear a casa: “Estoy yendo a una reunión en Ramos. Espero me larguen rápido. Te aviso, besos.” Respuesta “¿Vas a venir para cenar?
”. A lo que respondo: “Calculo que sí”.
  Llego a mi destino casi diez minutos antes de la hora. Esta vez no tendré penalidades y hasta me puedo ganar un premio, porque en el viaje me di el gusto de comprar una cajita de masas finas para compartir y antes un pimpollo de rosa a una señora que los estaban vendiendo en un semáforo.
  El edificio es de departamentos. Antes de tocar el timbre, prefiero mandarle un mensaje avisando que estoy abajo. “Ya bajo a abrirte, dame un par de minutos por favor”. La espera fue algo más larga de dos minutos, pero valieron la pena, porque con solo verla salir del ascensor, ya salve el día. llevaba puesto un pantalón de traje negro, zapatos de taco no muy altos, una blusa celeste y con el maquillaje de los ojos al tuno de la blusa, labios y uñas bien pintadas y el mismo perfume que la última vez. Se veía hermosa y con look de mujer muy importante.
  Lo mío era todo lo opuesto, bastante informal, sin afeitar. Pero ahí estaba yo, ofreciendo mi flor y la cajita de masas. “Que lindo detalle tuviste, pero no era necesario. De todas maneras las masas vienen bien porque recién terminé de preparar el café”. Me da un beso en la mejilla y de la mano me lleva para el ascensor que nos está esperando con la puerta abierta.
  Apreta el botón de cuarto piso, mientras yo cierro la puerta. “Gracias por venir” fue lo único que llegó a decir, porque el viaje fue muy rápido. Entramos al departamento, que se nota fue adaptado como oficina, en lo que sería el living hay un escritorio bastante grande, con un librero grande que disimula un poco la puerta que da a la cocina. Dos sofás puestos en L con una mesita y en lo que serían los dos dormitorios hay como dos oficinas más. 

  Ella me pide que la siga a la cocina, que por cierto, está bastante bien equipada, tiene una mesa contra una pared con tres sillas, me pide que me siente mientras ella se dispone a servir el café y abre la cajita de masas. De la alacena saca un florero, lo llena de agua y pone el pimpollo de rosa.
  "¿Te regalan muchas rosas?
pregunto tímidamente, mientras pone mi café sobre la mesa. Ella se ríe y no me responde. Vuelvo a tentarla y le digo “Se supone que debería ser yo quien te tiene que servir a vos?”. Ella me miró a los ojos y me dijo “Yo en ningún momento te autoricé a hablar”. “Tierra trágame” pensé para mi interior, esta visto que me equivoque al suponer que la reunión estaba por fuera de los juegos de rol. Trato de recuperar la compostura y como si Julieta leyera mi mente, mientras toma mi mano, me dice: “Relájate, esta es una reunión de amigos, necesito que hablemos”. “Soy todo oídos”, le respondo, mientras con mi mano libre cubro la suya y le hago un mimo.
  Comienza a explicarme que tuvo días muy duros de trabajo, de poco tiempo libre, que incluso tuvo que llevarse trabajo a la casa para que no se le acumulara más. Que no se quería excusar con eso por no haberse comunicado conmigo, sino más bien que le fue difícil procesar todo lo que nos estaba pasando. Me reiteró que todo fue muy lindo, que yo lo había hecho todo bien y que superé sus expectativas, pero que no le quedaba claro ¿Por qué tenía que ser ella la Dómina? ni ¿Por qué yo me entregaba a ella como su sumiso? Ella tenía visiones claras de todos los beneficios que podía sacar o de las fantasías que podía llegar a concretar con esta relación. Pero que antes de seguir, necesitaba saber y tener en claro mis beneficios y mis razones. Porque ella no le encontraba respuesta a eso y si mi respuesta no le era convincente, me advirtió que probablemente no siga adelante con el juego.
  Un balde de agua fría corria por mi espalda. Ella quedó en silencio mirándome con esos ojos preciosos y esperando mi respuesta. Que debía ser lo más amorosa, clara, sincera y lógica posible. Lo primero que se me viene a la mente fueron las palabras de Santa Clara "El amor que no puede sufrir, no es digno de llevar ese nombre" y al ver que no reacciona de manera negativa, sigo pensando en cosas relacionadas con la religión y que perfectamente pueden ser aplicadas a cualquier orden de la vida. Porque no son perjudiciales, sino que por el contrario tienen el propósito de refinarnos y purificarnos. Y si lo relaciono con la pareja, es decir con aquella mujer ante la cual caemos rendidos ofreciéndole todo lo que somos, siendo ahora en mi vida el turno de Julieta para ocupar ese lugar.
  Entonces lo segundo que se me ocurre decirle, es que quiero ser algo acorde a su belleza y semejanza, que me dispongo a ser todo lo que ella necesite para ser feliz o hacer su vida más linda y placentera. Mucho más aun después de haber tenido ya una experiencia donde se concreto una fuerte conexión. Y en mí caso estaba seguro de que ella era la mujer ideal para sentar en el trono que esta vacío en mi corazón. Que entendía perfectamente que nuestras realidades no eran compatibles por una infinidad de razones, pero le supliqué que hiciera un esfuerzo por entender que todo en nuestro mundo nos fue impuesto por el entorno y que nosotros aceptamos esas condiciones, nuestros nombres, nuestra religión, nuestra lengua, nuestros padres, herman@s y ti@s, etc., todo absolutamente todo nos fue impuesto. Pero que yo quería ser el puente (una imagen que Julieta usó con frecuencia en nuestras charlas), para que ella se transportara a donde quisiera, se pusiera el nombre que deseara tener, que cree su lugar, su clima, su ambiente y todas las imágenes decorativas que se le ocurrieran, que creara su propio religión y manera de adorarla. Le hice ver que para que todo eso fuera posible y tenga validez, se necesita de por lo menos un testigo y un medio para poder concretarlo. Ambas cosas podían depender de mí y de mi parte tenía toda la voluntad para tratar de cumplir a la perfección con esa misión.
  Le expliqué algunas de las razones por las cuales soy un feminista y que mi admiración por la mujer es porque está relacionado con todo lo que es creación y nacimiento, siendo la mujer la inspiradora de las más profundas pasiones. Como género tiene muchísima más energía que un hombre cuando la descubre y la emplea. Pero para que ella pudiera comprobar todo eso, tenía que soltarse de este mundo y dejarse volar.
  Entonces me preguntó “¿Y por qué para vos tiene que ser una relación FemDom y no cualquier otra?”. A lo que traté de explicarle que yo respeto cualquier practica sexual y todas son igualmente validas para ser vividas y que todas deberían dar placer y dejar alguna experiencia válida. Pero mi búsqueda y mi propuesta a Julieta iba orientada a la necesidad de que interiormente debíamos cambiar el mundo que nos impusieron. Que en este juego no pueden haber dos polos positivos juntos, se necesita del opuesto y cuando más opuestos seamos en nuestra relación, más energía habrá entre nosotros y a mayor energía, una mayor evolución. Disciplinar y ordenar todo el caos que nos rodea con mucho amor; dejando afuera el odio, el resentimiento, la envidia y la destrucción. Por mi parte yo debería obedecer con humildad y mansedumbre; sin quejas, ni fastidio, mostrando confianza en ella y total seguridad, etc. ¿Por qué no otro tipo de relación? Porque el hombre gobernó el mundo por milenios y no hizo otra cosa que romper todo su equilibrio. Le expliqué con algunos argumentos comunes el porque estaba seguro que si las cosas hubieran sido al revés, no habrían existido tantas guerras, ni barbarie en el mundo. Es más, el mundo se hubiera liberado por completo mucho antes y nuestra evolución como especie hubiera sido mucho más espiritual y no tan material. El hombre desde siempre envidio el poder de la mujer, incluso en la actualidad son obligadas a cubrir sus rostros, en África se sigue cometiendo la barbaridad de la Ablación de Clítoris. Todas esas reglas son machistas y demuestran la inseguridad y bajeza de los hombres.
  El genero femenino de alguna manera tiene que revertir la balanza, tiene que hacer sentir al hombre el sufrimiento que padecieron de millones de mujeres a lo largo de la historia. No por pura venganza, sino para crear conciencia a partir de la experiencia. El hombre tiene que conocer y descubrir el lado femenino de las cosas. La mujer tiene que descubrir y conocer el poder masculino, para enseñarle la manera correcta de emplearlo. De esa forma ambos teníamos la posibilidad de evolucionar interiormente y más rápidamente, creando así una empatía con todo el universo. Porque estando en el lado opuesto de la experiencia, se pueden encontrar muchas respuestas.
  Le aclaré que no soy masoquista, ni busco ningún castigo físico porque sí. Si así fuera, nada de lo que digo tendría sentido, porque seguiría usando a la mujer para satisfacer mi placer y eso no estaba en mi naturaleza. Para mí, la cosa era mucho más elevada o hacia grandes esfuerzos para que así fuera. Porque ambos debíamos disfrutar y aprender en este “juego de roles sexuales”. De premios y castigos, donde las reglas de la creación, de la convivencia y la justicia esta vez las ponía la mujer. 

  En un mundo exterior machista, le brindé a Julieta la posibilidad de crear una burbuja feminista, donde todo puede ser diferente a lo que ella vivió en el pasado. Quizás más acorde con lo que alguna vez soñó. Pero para que ese milagro se haga realidad, Julieta tenía que reconocerse y descubrirse interiormente para luego sacar a la luz todo lo que tuviera reprimido.
  Julieta se suelta de mis manos para tomar la tasa de café y se queda con la vista clavada en mis ojos. Ni siquiera parpadea mientras sube la tasa a su boca. Me quedo paralizado ante tal escena y entonces me dice: “Necesito más tiempo para procesar todo esto, pero quiero saber: ¿De qué manera vos serías mi puente para llegar a ser lo que mis fantasías y deseos quieran crear?
”.
  No puedo mentirle y debo tratar de ser realista con ella, para explicarle lo que mi poca experiencia me enseñó. Le ecplico que puedo convertirme en las piedras, el hierro y el cemento, pero que la ingeniera y la arquitecta debería ser ella. Es ella quien tiene que crear el puente y elegir la dirección a dónde lo quiera llevar. Cuanto más lejos y profundo sea el abismo que separe las orillas a donde quiera llegar, mayor atención debería prestar a los detalles de la construcción y la ingeniería, para que el puenta sea sólido, dure en el tiempo y ella pueda ir y volver a ese lugar todas las veces que quiera.
  Como consejo, súplica y ejemplos, se me ocurrió decirle que me viera en cada cosa cotidiana de su vida, en el jabón que suavemente se desliza sobre su piel, la toalla que la seca, el peine que desenreda sus cabellos, l
a sábana suave y estirada que está presta a recibirla para que pueda descansar, la manta que la abriga, su lápiz labial, hasta incluso su servilleta o papel higiénico. Debería imaginarme en todo lo que a ella le sirva para su cuidado, en cada situación cotidiana debería imaginarme ayudándola o acompañándola de alguna manera. Porque como lo dice Roberto Carlos en su canción: “Quiero estar en lo mas intimo de tus secretos ser la cosa nueva, liberada o prohibida quiero ser todo en tu vida… Quiero ser ese hombre que sabe amar a una mujer”.
  “Me es casi imposible decir NO, a tú proposición, pero como te dije, necesito estar sola y meditarlo un tiempo más. Tengo que hacerte un lugar en mi vida y ese lugar no tiene que generar problemas en ninguna de nuestras dos parejas. Ellos no tienen que ser víctimas en esta relación que no es otra cosa que la posibilidad de tomarnos un recreo para salir de la realidad y vivir esa fantasía que me proponés”. Termina de decir esto y se levanta para lavar la tasa. Yo a todo esto, no pude ni siquiera probar el café. “Quería adelantar algo de trabajo, pero mejor me lo llevo a casa. Como te dije, debemos ser cuidadosos con los otros que tenemos cerca. Termina tranquilo tu café, que agarro unos papeles y salimos”.
  Trato de ver la situación desde afuera y Julieta no para de sorprenderme, porque tiene un dominio de la situación magistral, creando pausas, suspenso, picardía, sinceridad, confianza, calidez y por supuesto amor y autoridad. Cada vez estoy más convencido de saber que tiene todos los requisitos básicos para ser mi Dómina soñada. Ahora será cosa de descubrir si yo puedo ser capaz de cumplir con sus requisitos. Siendo como es, seguramente en muy poco tiempo no se va a conformar con pocas cosas, sino todo lo contrario. Me la imagino muy exigente.
  Termino mi café, lavo mi tasa y cuando me dispongo a ir para su oficina, ella sale con todo listo para que nos vayamos, incluso con el inalámbrico en la mano llamando a su casa para indicar que estaba saliendo de la oficina.  
  “¿Nos vamos?, me pregunta. “Y si. Ya por hoy no hay más nada que hacer acá”, respondo algo resignado. En eso que voy saliendo me da un chirlo en la cola y me dice: “Pero esto no termina acá. Acordate que nos quedan unos ahorros para invertir en placer y fantasía”. Mis ojos vuelven a brillar como un dos de oro.
  Me pide que al salir del edificio tomemos caminos distintos y que pronto se volvería a comunicar conmigo. Así lo hicimos y ahora gracias a Julieta podré seguir desarrollando el don de la paciencia un poco más, porque no sé cuando volveré a saber de ella, pero estoy seguro que nos vamos a volver a ver y que esto recién comienza y todo es muy idilico como para no seguir adelante un poco más.-

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