domingo, 23 de agosto de 2015

La dignidad



  Voy a tratar de darle una vuelta más de rosca a la excelente publicación de los amigos de Mariposas de Chocolate que habla sobre “La Dignidad”.
  En la nota se hace mención de una persona que sentía mucha atracción y morbo por los juegos de Dominación y sumisión. Pero que no estaba dispuesto a tan siquiera intentarlo por culpa de sus conflictos morales o por los temores impuestos de ver afectada su propia dignidad.
  Creo que en mayor o menor medida todos hemos pasado por esta situación. Es más, incluso ahora mismo que me encuentro tratando de comenzar una nueva etapa junto a una nueva compañera de juegos a veces me siento con muchos temores de mostrarme tal cual soy. Pero gracias a su enorme paciencia y poder de comprensión, ella logró sacar agua de las piedras y descubrió casi todos los rincones de mi mente.
  Dar con la persona apropiada, logra que cambiemos vergüenza por orgullo y que nos sintamos con ganas de correr la cortina para poder vivir y explorar por los diversos caminos del placer.
  Estamos tan acostumbrados a agradar siempre a los demás, que nos olvidamos de agradarnos a nosotros mismos y eso lo sufrimos desde nuestra infancia; porque desde que tenemos conciencia tratamos de que papá, mamá, nuestros maestros digan de nosotros que somos buenos y apenas tratamos de salirnos un poco del molde, llegaron las desaprobaciones y las penitencias. Así también fue que aprendimos a juzgar a los demás, a descalificarlos, a ser intolerante con el que piensa diferente. Los hacemos sentirse indignos.
  En mi caso particular, más de 35 años tuvieron que pasar, para que poco a poco se abriera mi mente, y para que la luz me permitiera apreciar las bellezas de la diversidad. Aun en el presente, muchas veces caigo en conflictos de personalidad, me autocensuro, me escondo o callo lo que pienso por miedo al que dirán. En la intimidad, puede ser que me desenvuelva más cómodamente sin caretas.
  Volviendo al artículo que generó esta reflexión de mi parte, justamente ellos demuestran que la indignidad está en no ser libres y aceptar con la cabeza gacha todo lo impuesto. En el juego de Dominación y sumisión libremente accedemos a tomar uno de los dos roles. Nada se hace sin el consentimiento de ambas partes, todo está consensuado y pactado en cuanto a dónde se pretende llegar con la experiencia y sus límites.
  Ser uno mismo, el poder compartir nuestras propias ideas, el buscar y defender esa libertad que nos permita explorar más allá de la ortodoxia general, incluso transgredir los usos y las costumbres es un ejercicio de gran dignidad. Cito textual: “Poner el culo, cuando es lo que deseas, y si eso te excita o te hace sentir bien, es una lección de dignidad para todos aquellos que prefieren vivir  dentro de lo correcto porque no se atreven o se conforman con fantasear y después en voz alta andan juzgando”.
  Ya lo dijo el General San Martín: “Seamos libres, que lo demás no importa nada”.


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