miércoles, 12 de agosto de 2015

¿Se nota que estoy feliz?

  Espero que si y prueba de eso, es la cataratas de escritos que estoy publicando este mes. Ya no recuerdo cuanto tiempo pasó desde que me sentía tan atrapado por el teclado y mi cabeza martillando y forjando los sentimientos que salen desde el corazón. Noches de largos insomnios cargados de imágenes, tantas que no las puedo retener a todas.
  Alguien muy especial apareció, alguien con el poder suficiente de pronunciar unas cuantas palabras mágicas, para que Mío se despertara. Alguien con la suficiente generosidad como para compartir su escaso tiempo conmigo y no solo eso, sino también sus sentimientos. Ella me lee, me provoca, me inspira. Lejos de salir corriendo, quiere que la lleve por los rincones más oscuros de mi mente y de esa forma ella pueda despertar sus fantasías reprimidas.
  A veces saber que estamos tan lejos físicamente, nos da a ambos la seguridad de que no vamos a consumirnos.
  En un año pasé por varias experiencias, la vida me mostró muchas facetas. Y en cada una de ellas, Mío poco a poco se fue consumiendo solo en la cama suave y dulce de los recuerdos. Como si la vida ya no le daría otra posibilidad.
  Al igual que en una rueda, hoy Mío ya no está más en el fondo. Está comenzando a ascender, a ver la luz, a cargarse de energía, de esa energía cósmica que se transmite por medio del amor, la amistad y la solidaridad. Porque el ser humano por naturaleza es social y necesita de los otros para complementarse y cuando ese milagro se produce, todo se revaloriza, todo nos parece perfecto y hermoso.
  Esas etapas que nos regala la vida, esos tiempos de cosecha, son el premio merecido después de largos periodos de sacrificio preparando el terreno para la siembra, la elección de las mejores semillas y todas las incertidumbres que se viven hasta llegar a la coronación.
  Si hacen las cosas bien, el día soñado llegara y hoy me siento en el amanecer de ese gran día.

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